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DAVID ALFARO SIQUEIROS El perro de la paz Firmado y fechado 7 - 68 Piroxilina aguada sobre tela
DAVID ALFARO SIQUEIROS El perro de la paz Firmado y fechado 7 - 68 Piroxilina aguada sobre tela Agradecemos a la Doctora Irene Herner por la revisión y documentación de esta obra, abril de 2013 Incluye ensayo documental de la Dra. Irene Herner. Siqueiros no fue un pintor de animales, pero realizó una serie de imágenes poderosas con las figuras de caballos y de perros. Sus perros son casi lobos de una ferocidad total. En 1940, en los albores de la Segunda Guerra Mundial, al regreso de su participación militar en España a favor de los republicanos y al tiempo de su famoso atentado contra Trotsky; en ese momento en que está perseguido y luego encarcelado en Lecumberri, pinta un monumental perro, en realidad una especie de hombre lobo, cuya cabeza y hombros son los del animal, mientras que su cuerpo es humano, el de un indígena. La ferocidad es también una forma de la indignación. Una recuperación de la venganza del hijo contra el padre autoritario que recupera al Saturno devorando a su hijo de Goya. Representa una bestia infernal parada sobre lo que pudiera ser una ciudad carbonizada. Continuidad de los extraordinarios paisajes dantescos y apocalípticos de los treintas. Algunos años más tarde, a su regreso del exilio en América del Sur, en 1945 pintó en el Palacio de Bellas Artes su versión del tormento de Cuauhtémoc, en el que aparecen la violencia y la ferocidad de Cortés sobre Cuauhtémoc, al que lleva preso en su recorrido por el sur mesoamericano, a causa de la voracidad por hallar los metales preciosos que requería el mercantilismo europeo de la época. Un perro feroz es de nuevo el símbolo de la rapacidad sin fin del conquistador, del ser autoritario que no es capaz de compasión, que ansía el sacrificio, y provee al chivo expiatorio. Ese perro reaparece como litografía. Es un perro guardián, viejo y tuerto, pero de una ferocidad que no se sacia con el tiempo y las heridas. Siqueiros también pintó en Niño con máscara -1949 a un pequeño perro blanco herido abrazado por un niño. El caso del Guardián de la Paz, 80 x 185 cm, se trata de un perro de cuerpo entero, que verdaderamente implota con una potencia visual que se antoja auditiva, gruñe. Está pintado unos instantes antes de atacar. Su momento de mayor fuerza en que cada hueso, cada músculo del cuerpo está en armoniosa acción, por más violenta que ésta sea. Es un cuerpo distorsionado para dar la sensación de un realismo espectacular. La composición es diagonal, pero está estructurada en dos partes. La diagonal del torso y cabeza del animal, cuyo ritmo hace que parezca que va a salirse del soporte y las patas traseras y la cola, a las que hace girar en ángulo hacia la izquierda. El movimiento lo provee también el trazo concéntrico con que está estructurada la obra como una caligrafía. Y es que tras esta expresión dinámica y poderosa de una figura real se encuentra una síntesis formal abstracta impresionante. El cuerpo del perro es una máquina, como estructura de metal bajo los muros de una construcción. Y aún más atrás de este esqueleto remarcado con un empaste más grueso de piroxilina negra, se hallan innumerables trazos ondulantes de aguada negra, café, gris y del color del soporte. Es notorio cómo logra el artista transmitir el dinamismo con las patas traseras que surgen de un espacio circular que se convierte en remolino de energía. Este perro lo realizó Siqueiros como un estudio para la parte inferior de un proyecto mural para el Estado de México, que preparaba después del Poliforum, pero quedó inconcluso en la Sala de Arte Público Siqueiros. Existe otro estudio de este mismo perro, pintado a color, con un absurdo título de jaguar, que no imagino así lo intituló Sequeiros, vendido por Morton Subastas hace algún tiempo. Sin embargo, me parece que la fuerza especial del cuadro a que hago referencia es el hecho de que al ser en blanco y negro, resalta más su sentido escultura, su volumen y a la vez la ligereza de su movimiento. Este cuadro firmado Siqueiros y fechado 7 -
DAVID ALFARO SIQUEIROS El perro de la paz Firmado y fechado 7 - 68 Piroxilina aguada sobre tela Agradecemos a la Doctora Irene Herner por la revisión y documentación de esta obra, abril de 2013 Incluye ensayo documental de la Dra. Irene Herner. Siqueiros no fue un pintor de animales, pero realizó una serie de imágenes poderosas con las figuras de caballos y de perros. Sus perros son casi lobos de una ferocidad total. En 1940, en los albores de la Segunda Guerra Mundial, al regreso de su participación militar en España a favor de los republicanos y al tiempo de su famoso atentado contra Trotsky; en ese momento en que está perseguido y luego encarcelado en Lecumberri, pinta un monumental perro, en realidad una especie de hombre lobo, cuya cabeza y hombros son los del animal, mientras que su cuerpo es humano, el de un indígena. La ferocidad es también una forma de la indignación. Una recuperación de la venganza del hijo contra el padre autoritario que recupera al Saturno devorando a su hijo de Goya. Representa una bestia infernal parada sobre lo que pudiera ser una ciudad carbonizada. Continuidad de los extraordinarios paisajes dantescos y apocalípticos de los treintas. Algunos años más tarde, a su regreso del exilio en América del Sur, en 1945 pintó en el Palacio de Bellas Artes su versión del tormento de Cuauhtémoc, en el que aparecen la violencia y la ferocidad de Cortés sobre Cuauhtémoc, al que lleva preso en su recorrido por el sur mesoamericano, a causa de la voracidad por hallar los metales preciosos que requería el mercantilismo europeo de la época. Un perro feroz es de nuevo el símbolo de la rapacidad sin fin del conquistador, del ser autoritario que no es capaz de compasión, que ansía el sacrificio, y provee al chivo expiatorio. Ese perro reaparece como litografía. Es un perro guardián, viejo y tuerto, pero de una ferocidad que no se sacia con el tiempo y las heridas. Siqueiros también pintó en Niño con máscara -1949 a un pequeño perro blanco herido abrazado por un niño. El caso del Guardián de la Paz, 80 x 185 cm, se trata de un perro de cuerpo entero, que verdaderamente implota con una potencia visual que se antoja auditiva, gruñe. Está pintado unos instantes antes de atacar. Su momento de mayor fuerza en que cada hueso, cada músculo del cuerpo está en armoniosa acción, por más violenta que ésta sea. Es un cuerpo distorsionado para dar la sensación de un realismo espectacular. La composición es diagonal, pero está estructurada en dos partes. La diagonal del torso y cabeza del animal, cuyo ritmo hace que parezca que va a salirse del soporte y las patas traseras y la cola, a las que hace girar en ángulo hacia la izquierda. El movimiento lo provee también el trazo concéntrico con que está estructurada la obra como una caligrafía. Y es que tras esta expresión dinámica y poderosa de una figura real se encuentra una síntesis formal abstracta impresionante. El cuerpo del perro es una máquina, como estructura de metal bajo los muros de una construcción. Y aún más atrás de este esqueleto remarcado con un empaste más grueso de piroxilina negra, se hallan innumerables trazos ondulantes de aguada negra, café, gris y del color del soporte. Es notorio cómo logra el artista transmitir el dinamismo con las patas traseras que surgen de un espacio circular que se convierte en remolino de energía. Este perro lo realizó Siqueiros como un estudio para la parte inferior de un proyecto mural para el Estado de México, que preparaba después del Poliforum, pero quedó inconcluso en la Sala de Arte Público Siqueiros. Existe otro estudio de este mismo perro, pintado a color, con un absurdo título de jaguar, que no imagino así lo intituló Sequeiros, vendido por Morton Subastas hace algún tiempo. Sin embargo, me parece que la fuerza especial del cuadro a que hago referencia es el hecho de que al ser en blanco y negro, resalta más su sentido escultura, su volumen y a la vez la ligereza de su movimiento. Este cuadro firmado Siqueiros y fechado 7 -
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